Muchos se preguntarán "¿Qué dificultad tiene hacer un
asado?", Algunos creerán que con tan solo con prender el fuego y tirar la
carne sobre los hierros calientes, se consigue una buena
parrillada. Pero permítanos discrepar. No es tan fácil. Al
asado hay que "darle el punto justo", hay que "tener mano" "hay que mimar al
fuego". Es algo así como "el duende" "la magia", "el arte", "el compartir", "es un sentimiento"... Es el esmerarse al máximo, para agasajar a los amigos, para que disfruten y para que todos se vayan contentos y satisfechos y sobre todo con ganas de repetir cuanto antes. Son las "gotitas de esencia" de la cual todos deseamos disfrutar.
Entre otras cosas estamos hablando del sellado de las
carnes, el primer "golpe fuerte" de calor para que tome esa costra que impida la salida de jugos; del alejamiento de las
brasas, para evitar la rápida abrasión y conseguir un asado lento; del cuidado de la llama, para que no atente contra la superficie; del breve reposo de la carne tras la cocción, para que desarrolle al máximo su gusto. Es la suma de tantos pequeños detalles que como resultado dan algo totalmente extraordinario.
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